La palabra startup se ha integrado con fuerza en nuestro vocabulario hasta el punto de que no hay conversación en un círculo de negocios en el que no se hable de qué es una startup o de esa nueva startup que está cambiando tal o cual sector y revolucionando una industria.
A groso modo, sabemos que una startup es una empresa de reciente creación que tiene un gran potencial de crecimiento. La característica que mejor define a una startup frente a una empresa tradicional es la facilidad que tiene esta primera para crecer de forma exponencial y escalar su negocio de forma rápida y eficiente.
Emprender creando una startup es muy sencillo, su modelo de negocio tiene costes bajos y el riesgo es mínimo. Por norma general cuando un proyecto es interesante se suele acudir a financiación externa para comenzar el proceso de crecimiento o la entrada en nuevos mercados.
Invertir en una startup es un tipo de inversión arriesgado pero muy atractivo por la alta rentabilidad que ofrecen algunas de ellas. Casos famosos como el de UBER, Xiaomi, Airbnb, Pinterest, Snapchat, Dropbox o Spotify han hecho multimillonarios a los primeros inversores que apostaron por estas empresas durante sus primeros años.
Un punto importante a la hora de conocer qué es una startup es saber que la mayoría juega en la liga de la globalización. Digitalizar una startup y adaptarla a las últimas tecnologías es clave para que mantenga su esencia de crecimiento rápido, expansión y alcance de usuarios potenciales sin que la inversión y el gasto fijo se dispare como sí pasa con las empresas tradicionales que tienen sedes y locales comerciales físicos en cada ciudad.
Estamos a punto de entrar en una nueva era social donde internet está devolviendo el control sobre la monetización del contenido a los usuarios, algo que ya vemos con el éxito de los tokens y las criptomonedas y que deja claro que el éxito de hoy puede reducirse a nada si nos quedamos atrás.