Cada vez son más las voces que se levantan en contra de la gentrificación y de la transformación de las ciudades a manos de la cultura hipster, millenial y de AirBnB. Primero fue Londres, luego París y ahora es Palma de Mallorca la que ha prohibido la mayoría de los pisos turísticos de alquiler. Una lucha para proteger la identidad de cada barrio que, por ahora, vamos perdiendo todos.
Cuando empezamos a escuchar en los medios de comunicación el término “economía colaborativa”, muchos pensaron que era una nueva moda de jóvenes que pasaría pronto. Y pocos pudieron predecir que esa corriente transformaría la sociedad más en 3 años que en los últimos 20 anteriores.
Con el aumento del turismo, los barrios y las ciudades están perdiendo su identidad, los pequeños negocios de siempre desaparecen y las grandes cadenas están ocupando su lugar porque son las únicas que pueden pagar el alquiler de los locales comerciales. Un alquiler que también sube en las viviendas particulares y obliga a que muchas familias se tengan que mudar a otras zonas más asequibles para no perder calidad de vida.
Si bien es cierto que el aumento del turismo es positivo para le economía, genera empleo y los ingresos de la mayoría de los negocios suben, los gobiernos autonómicos están teniendo serias dificultades para encontrar el equilibrio entre los intereses de la macroeconomía y la microeconomía.
La solución es difícil y nos pone a todos en una encrucijada ya que, si se para el avance de la gentrificación y del turismo, España pierde ingresos que necesita con desesperación. Pero, por otro lado, si no se limita el desgaste vamos a llegar a un punto en el que nuestras ciudades no volverán a ser las mismas.
Por ahora, si tienes un negocio familiar tu única arma es adaptarte al mercado, integrar avances tecnológicos como Cashlogy, que te ayudan a ahorrar dinero, optimizar tiempos y a mejorar tu servicio a los clientes.