¿Alguna vez te has preguntado por qué la mayoría de las personas siguen prefiriendo el uso del dinero en efectivo para sus compras diarias en el pequeño comercio?
Las tarjetas de crédito ofrecen comodidad, pero también generan mucho dolor de cabeza cuando somos víctimas de una estafa. Como la anunciada por la Policía Nacional en las últimas horas, donde han detenido a 38 personas en Andalucía, Madrid y Valencia acusadas de estafar 1,5 millones de euros usando tarjetas de crédito clonadas.
¿Cuál es la percepción del público cuando escucha noticias así? Si te roban la cartera puedes perder los 30 o 70€ que lleves encima, así como el dni o el carnet del coche. Pero si te roban tus datos bancarios y usan tus tarjetas puedes perder en un instante los ahorros de toda una vida.
Es cierto que existen seguros que cubren este tipo de estafas, pero no todo el mundo tiene acceso a ellos y esto tampoco garantiza que te vayan a devolver el dinero.
El problema con las tarjetas de crédito es tan grande que incluso países como Alemania o China siguen ahorrando dinero en casa y compran artículos caros como un coche con efectivo.
Para el pequeño comercio, si se produce un robo en el interior es fácil llamar a la Policía y denunciarlo. Pero si consiguen los datos de las tarjetas de los clientes y el fraude es masivo, el daño a la imagen del comercio se verá irremediablemente dañada. Por eso muchos comercios pequeños, en donde la mayoría de los pago se siguen realizando en efectivo, eligen implantar sistemas como Cashlogy.
El problema del fraude con las tarjetas de crédito es que los delincuentes crean comercios ficticios, que no son rentables y que atraen clientes para clonar sus tarjetas, por lo que no sólo perjudican a quien roban, sino que crean un importante problema entre las entidades bancarias y en la confianza del consumidor.
Es fácil detener a un carterista, pero para solucionar una estafa que llega a Australia, Inglaterra, Alemania, Italia y Estados Unidos, los recursos tienen que ser mucho mayores.