Tiene cuatro panaderías en Alicante ciudad bajo la misma enseña: Horno Rafelet. Se trata de un negocio familiar que abrió en 1932. Así que tiene experiencia de sobras para saber lo que más conviene a sus establecimientos. Entre esas claves figuran el buen trato al cliente y el producto artesano de máxima calidad, como sus panes rústicos elaborados con masa madre y sus toñas (bollos tradicionales de la zona alicantina que se elaboran con leche y aceite de oliva y que fermentan durante muchas horas). Hay otro factor más desde 2013: las máquinas de Cashlogy. “Me las recomendó Diakros, nestro proveedor de servicios TPV, e investigué por mi cuenta. Cuando tuve toda la información, no lo dudé y compré cuatro máquinas de golpe, una para cada local».
"¡Gracias a Cashlogy disfruto incluso de más días de vacaciones!"
Su experiencia no puede ser más positiva. “Tenemos 17 vendedores, y supervisar a todos ellos y cuadrar cajas suponía mucha logística. Puedes tener un dependiente maravilloso, entregado, trabajador, encantador con los clientes… pero desastroso a la hora dar el cambio”. Con Cashlogy fulminó el problema ipso facto. Ajustaban la recaudación diaria al céntimo. Y no solo eso: además, conoce en cada momento cuánto efectivo dispone en ellas.
Así que su apuesta (ganadora) supuso un antes y un después en la gestión del día a día de sus panaderías. Hasta el punto de que pudo estirar más sus días de vacaciones porque podía pasar más tiempo sin tener que supervisar la caja.
Fue un cambio de rutina beneficioso que costó un poquito los primeros días pero que le valió la pena. “Es más seguro para todos: para los empleados, porque no se pueden equivocar, y para los clientes, porque siempre van a recibir el cambio correcto”, asegura Gregori, cuyas máquinas solo manejan los empleados. “No queremos que las utilicen los clientes para no cortar el vínculo emocional con ellos. Nos gusta dar un trato cercano”, argumenta.
Queda claro, pues, que Gregori está contento con Cashlogy. Pero ni se te ocurra preguntarle si volvería al antiguo sistema o si dejaría de utilizar estas máquinas. Porque si lo haces, te responderá con otra pregunta (retórica, por supuesto): “¿Verdad que tú no volverías a redactar nada con la máquina de escribir?”.
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